Una niña de quince años, que apenas puede tenerse en pie tras haber estado bebiendo, es violada por cuatro jóvenes en la azotea de un municipio costero próximo a Valencia. Otros tres detenidos esta semana por abusos sexuales con acceso carnal a una menor de 16 años durante un botellón en la Safor. Y la violación grupal que sufrió una niña de catorce años durante una fiesta de cumpleaños en un municipio de la Vall d'Albaida a finales de septiembre. Tres casos de 'manadas' en muy poco tiempo en la provincia de Valencia y en todas ellas, además del alcohol y un total desprecio hacia la mujer como mero objeto sexual, otro elemento común y que cada vez se está repitiendo más, la presencia de menores implicados en las agresiones, quienes amparados por la fuerza del grupo y la falsa creencia de la difusión de la responsabilidad llevan a cabo delitos sexuales que solos no se atreverían a cometer.

"Estas violencias sexuales están generando desde 'la Manada' una gran alarma social, en parte por su brutalidad, y también por el desconcierto que nos produce dado que la perpetran en muchos casos chicos muy jóvenes, que incluso la sociedad calificaría de 'buenos chicos'", argumenta Alicia Ripollés, psicóloga y sexóloga, especialista en violencias de género y prevención. Pero, ¿qué motivos se esconden detrás de este incremento de violaciones grupales con agresores cada vez más jóvenes? Para Raquel Llop, psicóloga forense de Forenpsic, se trata de un "fenómeno multifactorial, que obedece por un lado a la falta de educación sexual, a la idea de la mujer como objeto pasivo y la cosificación de la misma y a factores intrínsecos de la personalidad de los sujetos". "Las mujeres hemos sufrido estas violencias sexuales desde siempre al vivir en sociedades patriarcales en las que se ha considerado el placer del hombre prioritario sobre el de la mujer, siendo las mujeres entendidas como objetos de placer y los hombres como sujeto", sostiene Ripollés, quien considera que este tipo de agresiones no son algo novedoso, aunque ahora tengan más eco en los medios de comunicación desde el caso de 'la Manada'.

Lo preocupante es que en pleno siglo XXI, en una sociedad supuestamente igualitaria, con toda la educación e información que tenemos en al actualidad, se sigan dando tantos casos — incluso más que antes debido a un posible efecto llamada — y en los que la edad de los agresores cada vez es más baja. De hecho, en las tres violaciones grupales de las que ha informado Levante-EMV estas dos últimas semanas, salvo la que investiga el juzgado de Ontinyent, donde la mayoría de los detenidos eran adultos excepto un menor de 16 años, el perfil del agresor es el de un joven u adolescente sin antecedentes. En el caso que instruye un juzgado de Massamagrell se trata de dos menores de 17 años y dos jóvenes de 21 y 22 años, mientras que el ocurrido el pasado fin de semana en un municipio de la Safor los presuntos autores son dos chicos de 21 años, en prisión provisional, y uno de solo quince, cuyo internamiento acordó la Fiscalía de Menores. Según la última memoria de la Fiscalía de Menores de Valencia, el pasado año 2019 hubo 172 menores autores de delitos sexuales, tanto agresiones (91) como por abusos (81).

De ellos 42 tenían menos de catorce años en el momento de cometer los hechos y por lo tanto inimputables en base a la Ley orgánica de Responsabilidad Penal del Menor, lo que da muestras de la gravedad del problema. "No hemos alcanzado la igualdad real, ni tenemos toda la información ni formación afectivosexual que necesitamos", esgrime la sexóloga Alicia Ripollés. "A día de hoy, un porcentaje de la población joven de ambos sexos sigue teniendo unas fuertes creencias sexistas interiorizadas", explica. Así asociar a la masculinidad, características como fuerza, dominación o iniciativa en las relaciones afectivosexuales, y a la feminidad todo lo contrario; pasividad, debilidad, bajo deseo sexual y sumisión, es un caldo de cultivo tremendamente nocivo".

Además, "las redes sociales no ayudan ya que estos agresores pueden servirse de ellas como altavoz, como escaparate que publicite su hazaña sexual", advierte Ripollés, de ahí que en muchos casos los agresores graben y difundan las imágenes de su acción. Respecto a la influencia de la pornografía, que según los estudios se está empezando a consumir con solo ocho años de edad, Raquel Llop explica que muchos adolescentes tienen su primer contacto con el sexo a través del porno, "aprendiendo una sexualidad que poco tiene que ver con el respeto, el afecto, o la relación de igualdad". "En sujetos narcisistas, antisociales, carentes de empatía, la visualización del porno se puede convertir en un factor exacerbante", remarca la psicóloga.