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Matías Vallés

Sánchez gana otra moción

Pedro Sánchez regresó del infierno adonde le había condenado el PSOE sin miedo, y alimentado con la energía ígnea para consumar su venganza, no solo entre las filas socialistas. Ningún político español había ganado antes una moción de censura, de exigencia tremenda en términos constitucionales. Pues bien, el actual presidente del Gobierno se ha impuesto en dos mociones en otros tantos años, apeando a Rajoy y ridiculizando a Abascal. La clave de su táctica victoriosa ha consistido en tomarse en serio durante dos días a Vox. Para aniquilarlo, claro.

El pánico cerval que Sánchez genera en la jerarquía del PSOE se ha trasladado a otros partidos. La absorción en los machetazos de la contienda arrincona la interpretación psicológica de la sección final, dentro de las dos horas de ataques furibundos de Abascal. Después de tildar a Sánchez de criminal, mafioso, socio de terroristas, ilegítimo y probablemente alcoholizado, ese gran español efectúa un viraje en su melodía para suplicar casi que el presidente del Gobierno no le sacudiera muy fuerte en la réplica. El líder de Vox no es un valiente, es un matasiete. El inquilino de La Moncloa le aterra, en el doble sentido de aterrorizarlo y de aterrizarlo. De ahí la magnanimidad del vencedor socialista hacia el amilanado autor de la moción, en la conclusión del debate. La derrota, le escupe, «es un alivio para usted mismo». Inmisericorde.

Por astucia o cobardía, Casado ha retrasado su pronunciamiento hasta comprobar que Sánchez había liquidado a Vox. Si Abascal hubiera salido indemne de la colisión con el conde de Montecristo que regresó para adueñarse del PSOE, el PP hubiera sido complaciente con sus hermanos díscolos de la ultraderecha moderada. Con las cartas boca arriba, el líder popular se sumó sin piedad al festín. Abascal llegó al debate con pánico a Sánchez, y salió temiendo incluso a Casado.

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