Para analizar este debate rutinario, resulta imprescindible saber si Francina Armengol está de llegada o de partida, si ha culminado su ciclo o si confía en consagrarse como la primera gobernante de izquierdas que acumula tres mandatos en Balears. Es posible que ni la propia interesada se halle en condiciones de responder a esta pregunta, lo cual obliga a conformarse con el producto Armengol, perfectamente empaquetado para neutralizar a una oposición sin peso pero con pesados.

Vibrante no lo ha sido. Tras escuchar la despedida perentoria de Francina Armengol a Joan Mesquida, dada su gelidez hubiera sido mejor suprimirla, se comprueba que ni la muerte cauteriza las heridas abiertas. A partir de ahí, el Govern ha bordeado la perfección en su deambular, aunque se necesitan arrestos para presumir de la gestión en residencias de ancianos, al margen de “focos importantes”.

En cambio, usted no se ha portado demasiado bien. Sí, usted, el lector de estas líneas. Todo lo que no funciona en Balears es culpa de gentes como usted, que no están a la altura de su Govern. Suerte que contamos con Armengol para el recordatorio anual y para tratar de que usted, ese entrometido, se ponga a la altura de sus dirigentes autonómicos. Por tanto, la presidenta de medio millón de camas vacías impondrá más restricciones “si la ciudadanía no baja la difusión”, después de haber alardeado de sus medidas represivas. ¿Sirven las prohibiciones para atajar la pandemia? Solo “juntamente con otros factores”, que no especifica pero que consisten en el abrupto cierre de la inexistente estación turística. O “temporada mínima, de cerca de dos meses”. ¿Dos meses con ocupaciones del quince por ciento al precio de una segunda oleada? Quizás se refería a enero y febrero.

Ni sombra de autocrítica, en la comunidad que dobla la tasa de muertos manipulada por España. Hasta Díaz Ayuso se ha enterado de que la pandemia llega por el aeropuerto, y se transmite por la industria de los forasteros. Por tanto, los sectores turístico y aéreo donde “empresas de éxito miran al abismo” no son “los más afectados” como llora Armengol, sino los causantes de que Balears fuera en agosto y septiembre la región con más contagios de Europa, un dato omitido en el detallado balance contable de la presidenta.

Las únicas islas del planeta que pueden competir con Balears en densidad turística se llaman Hawai. Acaban de reanudar el tráfico turístico, imponiendo test en el aeropuerto. En Son Sant Joan solo se dispone de bolígrafos atados con un cordel quizás digitalizado, para que un turista de cada cien inscriba su historial epidemiológico. ¿Qué “mecanismos de control” sugiere Armengol para evitar que la única actividad de Balears envenene colectivamente a sus súbditos? “No dejaremos de pedir”. Pedir y pedir, el lema y el síntoma del Govern en el resumen de su presidenta. Sin ningún éxito, pero había que intentarlo. Y para comprobar el escaso eco de las súplicas, nos veremos “en marzo”, fecha de la ITV presidencial. Obedezcan y no molesten hasta entonces.

Descargar la pandemia sobre los ciudadanos tiene un límite, porque los números solo pueden engañar hasta cierto punto. Dictar un Decreto-Ley hormigonado que humilla a la izquierda, para lograr que seis hoteles sobre un millar acometan reformas, equivale a dispararse a la cabeza pensando que solo es un tiro en el pie. Y los grandes proyectos de vivienda solucionarán, siempre en futurible, el drama de dos mil personas, tal vez el uno por ciento de la necesidad real.

El discurso traslada la perspectiva como mínimo deformada de que el Govern provee a unos contribuyentes derrochadores por naturaleza. Todo ello, trufado de un Piketty “sostenible” y también “digitalizado”, como si quedara un solo mallorquín sin teléfono móvil. En medio de muy preocupantes apelaciones a Isba, sociedad de triste historial, Armengol despierta al final del discurso a la audiencia adormilada o simplemente dormida, con un marcial “exigimos que se aplique el REB”. O sea, que no se aplica, pese a ser una ley presuntamente obligatoria como el Código de Circulación. La oradora despachó al campanudo y hueco Régimen Especial en dos líneas, una más de las que merece.

Mientras tanto, Armengol logra convertirse en la primera presidenta que reclama “menos turistas”, aunque se le olvidó añadir que tal vez no pueda elegir. Al fin y al cabo, “el futuro está en nuestras manos”. No en las manos de usted, en las del Govern, y tal vez aquí radique el peligro. Faltó convicción, ni siquiera se disimuló el desinterés presidencial por la cita anual. Hay un momento en que los tentadores lazos de seda del poder se metamorfosean en una corona de espinas. Ha llegado.