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JOrge Dezcallar

Somos responsables

Es una vergüenza. Cuando los muertos superan ya el millón en el mundo y aumentan a medida que entra el otoño, nadie discute que ha llegado la segunda ola de la maldita pandemia y en España la gestión que hacen el Gobierno y las comunidades autónomas, que se echan unos a otros el muerto y nunca mejor dicho, nos está abocando a otra situación límite. Tenemos las cifras más altas de Europa de muertos e infectados (en relación con el volumen de nuestra población) y también en derrumbe económico, mientras los políticos siguen a la greña y dando un penoso espectáculo. Y la vergüenza es aún mayor porque la gestión española contrasta con la de Italia que después de un mal comienzo parece haber tomado las medidas adecuadas. Al menos por ahora. Se mire como se mire no hay duda de que nuestros políticos, de izquierdas y de derechas, lo hacen muy mal.

Claro que algo hemos aprendido de la primera ola y como consecuencia es mejor infectarse ahora que en marzo pasado, porque ahora no se cometen con los enfermos los errores del principio cuando enfrentábamos una epidemia desconocida, y cada día los médicos están en mejores condiciones de combatirla mientras esperamos la ansiada vacuna que aún tardará en llegar a todos. Por eso hay menos muertos que antes. También hay menos muertos porque los mayores toman más precauciones, mientras faltan campañas dirigidas específicamente a los jóvenes explicándoles que aunque muchos sean asintomáticos son un vector de contagio muy importante –aunque no único– y que tienen que asumir su responsabilidad. Porque otros mueren por culpa de sus fiestas y botellones. Y como los jóvenes no ven los telediarios ni leen los periódicos, se me ocurre que podríamos aprender de la eficacísima propaganda que hacía el Estado Islámico cuando usaba con mucho éxito las técnicas audiovisuales más modernas en las que incluso reclutaba a personajes de videojuegos para alcanzar a sus audiencias-objetivo.

Hay una gran responsabilidad de los gobiernos tanto central como autonómicos porque su ineficacia acaba matando tanto como el virus. Parece que no se han aprovechado estos meses para tomar las medidas necesarias para enfrentar la segunda ola. El esperpento que vive Madrid estos días clama al cielo pero por desgracia no es único. Falta dirección, faltan tests, faltan controles a la llegada de pasajeros en los aeropuertos, y falta capacidad de seguimiento y rastreo de los contagiados. Faltan médicos y enfermeras. Resulta que nuestro sistema sanitario no es tan bueno como nos decían. También faltan ayudas para que los comerciantes puedan adaptar sus locales, igual que faltan metros y autobuses que eviten las aglomeraciones.

Y falta atención a nuestros mayores que heredaron un país pobre y lo han sacado adelante con gran esfuerzo transformándolo de arriba abajo, llevándolo desde una dictadura a una democracia, desde un régimen centralizado a uno de los más descentralizados del mundo, desde un país ñoño a otro muy liberal en las costumbres, de una tierra que enviaba a sus hijos a la emigración a otra que acoge con generosidad a inmigrantes y a refugiados, de un país que recibía ayuda internacional a otro que la da con largueza, de un país aislado a otro que está perfectamente integrado en las más importantes organizaciones y foros internacionales y que si no pesa más en el mundo es por impericia de quiénes nos gobiernan. Gracias a ellos vivimos hoy en un país en el que podemos criticar la Constitución que nos ha dado cuarenta años de progreso, despotricar de nuestros gobernantes, e incluso gobernar siendo desleal a los juramentos hechos al asumir el cargo. Todo eso y más. Y se lo debemos a nuestros mayores que lo han logrado con sus manos desnudas, muchas veces casi sin estudios y dejándose el pellejo para que sus hijos los pudieran cursar. Para que ahora una panda de ignorantes/rencorosos ponga en duda los valores de la Transición.

Y ahora esos mayores se preparan para morir de nuevo en residencias en las que el virus vuelve a cebarse, como ya ocurrió durante la primera ola en la que fallecieron el 5,5% de los internados, hasta un total de 20.000 ancianos. Casi la mitad de los muertos del país. Es una vergüenza y un escándalo sin que sirva de consuelo que el problema también existe en otros lugares. Mal de muchos... epidemia y –otra vez– nunca mejor dicho. Según expertos, la mitad de las residencias siguen sin estar preparadas debido a la falta de medios y de enfermeras, sobre todo en los turnos de tarde y noche, y un 10% no han elaborado los planes de contingencia que se les han pedido para enfrentar una segunda ola. O sea, que no se ha aprovechado el tiempo para hacer los cambios necesarios que eviten la repetición de la tragedia. Y como resultado nuestros mayores seguirán muriendo y lo harán en silencio porque ya no tienen voz, y lo harán otra vez solos sin una mano querida que coja la suya en el momento del tránsito supremo. En pleno siglo XXI nos comportamos como esas tribus primitivas que dejaban morir a los viejos convertidos en una carga...

Y a nosotros, a la sociedad en su conjunto y a todos los gobiernos que nos gobiernan/desgobiernan debe avergonzarnos que esto pase. Parece que no tenemos memoria para recordar y agradecerles lo mucho que con muy poco lograron hacer para levantar el país y dejarnos una España mejor, mucho mejor que la que ellos encontraron. Un país que ahora, cuando su vida se acaba, les trata tan mal. Somos todos responsables y deberíamos avergonzarnos.

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