Miércoles. A Bárbara, alumna de 1º de Bachillerato del CIDE, hoy le toca clase desde casa. A las nueve de la mañana ya está delante del ordenador. El profesor va a pasar lista y tiene que verla (la cámara, conectada). Tiene que estar vestida y conectarse en un lugar de trabajo. Ese día, y todos los que esté en casa, seguirá en directo vía online todas las sesiones que sus profesores imparten de manera presencial a sus compañeros del otro turno (un sistema de clases ‘espejo’). Al día siguiente Bárbara y el resto de compañeros de su turno podrá ir al aula, algo que agradece: «Me gusta más ir»

Bàrbara en la mesa desde donde sigue las clases.

Llucia estudia 4º de ESO en el IES Berenguer d’Anoia de Inca. Sus rutinas los días de clase domiciliaria varían mucho según la asignatura. Algunos docentes hacen clase en streaming pero otros no, les dejan en la plataforma virtual los deberes que deben hacer por su cuenta (y en algunos casos también el solucionario para que ellos mismos los corrijan). No tiene que cumplir un horario fijo. 

Margalida Marí junto a su hija, Llucia, alumna de cuatro de ESO.

En otros centros no se da ninguna clase en directo por falta de medios o por apostar por la metodología flipped classroom o clase invertida (el alumno trabaja la lección teórica en casa y en clase se comparten dudas, reflexión y tareas). Algunos profesores facilitan vídeos con explicaciones grabadas. Otros no. 

En algún instituto hay más clases presenciales porque han puesto sesiones por la tarde. En otros (pocos) han podido, por disponer de espacios y recursos, ofrecer enseñanza presencial a todos los cursos de ESO. En la mayoría, los chavales van un día sí y un día no, pero en otros los turnos están montados de tal manera que los estudiantes están hasta cinco días sin pisar el aula. 

Ésa es la realidad de la enseñanza semipresencial en Balears, que se aplica desde 2º ESO a Bachillerato y FP. Es un camino muy desigual de un centro a otro, o en algunos casos incluso de una asignatura a otra. Este panorama preocupa mucho a la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos (FAPA), que ha denunciado ante la conselleria de Educación esta «falta de equidad».

A FAPA, explica su vicepresidenta, Cristina Conti, le inquieta especialmente el caso de 2º de Bachillerato y de 2º de ESO. Educación pidió un esfuerzo para que 2º de ESO (alumnos de 12 y 13 años) fuera totalmente presencial: en 68 centros se ha conseguido, en 75 no. 

«A mi hija ya le tocó empezar las clases tarde, el día 23», cuenta Margalida Marí, madre de Llucia, que ve que habrá mucha diferencia en la preparación de los estudiantes este curso y envidia a los centros que tienen todas las clases en modo ‘espejo’: «Todo debería ser más igual, falta una normativa clara». 

Ella entiende que el cambio es importante y que los equipos han tenido que esforzarse y adaptarse, pero le gustaría que su hija pudiese tener una rutina más ‘normal’ los días que tiene trabajar en casa, como sí tienen estudiantes de otros institutos. A veces la jornada de Llucia recuerda a la de un opositor: realizando un gran cantidad deberes mañana y tarde en la soledad de su habitación

Margalida celebra que su hija es responsable y no tiene que estarle encima, pero se plantea qué pasará con aquellos jóvenes que ya de normal van un poco descolgados y cuyas familias no pueden, no quieren o no saben acompañarles en el estudio

El riesgo de que la escuela pierda su papel como igualador social aumenta. Conti remarca este punto: «Hay padres que han apuntado a sus hijos a clases de repaso de hasta cuatro asignaturas, ¿y quién no se las pueda pagar?»

El modelo ‘espejo’

En el CIDE aplican el sistema de clases ‘espejo’ y están satisfechos de cómo está funcionando, explica Puri Carrillo, jefa de estudio de ESO, que valora que los alumnos «no se desconectan» de la clase los días que están en casa y destaca que han de cumplir una serie de normas, como si estuvieran en el centro. Añade que además usan este mismo sistema con los alumnos que han de guardar cuarentena para que no pierdan ritmo.

Los estudiantes que están en su domicilio, subraya Álex Ramis, profesor de Inglés de Bachillerato, no son meros espectadores: «También intervienen y participan, pidiendo el turno de palabra como si estuvieran en el aula»

Àlex Ramis, profesor del CIDE, dando clase.

Carrillo señala además que para que los estudiantes de casa no pasen seis horas frente a la pantalla, los profesores van mandando tareas a realizar durante la sesión. Ramis celebra que este sistema permite seguir un ritmo normal de enseñanza y le evita repetir las clases y un doble trabajo. 

En este sentido cabe reseñar que algunos profesores de centros donde no hay sistema en ‘espejo’ sí constatan un exceso de trabajo difícil de asumir y por ello, por su cuenta, han optado por hacer algunas clases en streaming. Lo cuenta un docente de un instituto de Palma: «Al final, me he comprado un trípode y uso mi iPad para dar algunas clases online, el otro sistema era imposible así como estaba pensado, no me daban las horas».  

En el IES Binissalem no usan el modelo de clases ‘espejo’ porque creen que no podría aplicarse al modelo de enseñanza que defienden, que va más allá de la clase magistral y simplemente transmisora de conocimiento, y porque ven difícil garantizar la misma atención para los dos grupos. 

El director, Antoni Salvà, indica que se acercan más al modelo de clase invertida. «La autonomía y responsabilidad del alumnado, las competencias en TIC y el aprender a aprender son competencias clave para el alumnado y con este sistema se potencian», destaca. 

«Hay preocupación entre las familias, pero los alumnos están bien atendidos», explica Salvà, que añade además que para evitar que alguien se ‘descuelgue’ este curso han aumentado a tres horas semanales las sesiones de tutoría. Razona que en este escenario le ha ayudado que haber comenzado años atrás a implantar el uso de dispositivos Chromebooks, como sustitutos de los libros de texto. 

Ahí menciona Salvà otra brecha entre centros que ya era patente antes: la digital. «Nosotros no nos podemos permitir que todos los alumnos tengan un Chromebook, no todas las familias pueden tener acceso», cuenta José Antonio Erustes, director del Josep Sureda i Blanes. 

Este instituto, ubicado en el barrio de Son Gotleu de Palma, ha tirado de recursos propios para prestar equipos y facilitar la conexión a internet a sus estudiantes. Además de la brecha material son conscientes de que hay una competencial y que hay familias que no pueden acompañar a sus hijos en estas lides y por eso están tratando de asegurarse de que los jóvenes sí están capacitados. 

En este centro el sistema de clases ‘espejo’ no es una opción -«no tenemos medios»- pero han hecho un gran esfuerzo por conseguir la máxima presencialidad y han logrado que los alumnos de 2º de ESO y 2º de Bachillerato puedan asistir al 100%. Ahora quieren ir más allá y estudian cómo lograr que las optativas sean presenciales: «Será un curso de ajuste continuo».

Revisar los diferentes modelos

FAPA exige que se revisen los distintos modelos: «¿Todos son válidos?». La vicepresidenta de la federación reclama que se analice la situación académica, pero también la vertiente emocional: «Nos preocupa la desafección, la pérdida de rutinas, los horarios fluctuantes, los conflictos familiares, la socialización restringida, las horas muertas que les quedan cuando ya han acabado todo los trabajos del día y lo contrario: la sobrecarga de tareas».   

Educación dice compartir estas preocupaciones con las familias. Antoni Morante, director general de Planificación y Centros, asegura que ahora están evaluando los distintos modelos, proceso que quieren acabar en un mes. Para él sea cual sea el sistema una de las claves es que en el centro haya una línea común, un criterio claro y mucha coordinación. 

Con cautela, y según la evolución de la pandemia, Morante señala que plantearán aumentar la presencialidad, estudiando cómo ayudar a cada centro. Defiende que la enseñanza mixta a partir de 2º de ESO era «la única opción posible» por disponibilidad de espacios y personal, pero es consciente de que «no es la solución ideal».