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Javier Sierra: «Hay demasiada gente fanática que ha decidido dejar de buscar y cree que tiene la razón absoluta»

El autor pronunciará una conferencia esta tarde, a las 19 horas, en CaixaForum Palma que versará sobre el oficio de escribir

Javier Sierra posa con su nuevo libro, ‘El mensaje de Pandora’.

El nuevo libro de Javier Sierra (Teruel, 1971) se fraguó durante el confinamiento y recurre al mito de Pandora para explicar los diferentes virus de la actualidad, «como la pandemia o la ignorancia».

¿Para qué sirve un mito?

Es una respuesta irracional a una pregunta racional. Los inventamos para explicar nuestro lugar en la naturaleza y lo que sucedía a nuestro alrededor. Nos faltaba ciencia y creamos este mecanismo para justificar lo que nos pasaba. Sirve para transmitir a las generaciones futuras lo que vamos aprendiendo.

¿Debemos ir renovando los mitos?

Muchos se van quedando desfasados y tienen que ser reinventados constantemente. Un ejemplo claro de mito es la democracia. Es un sistema de creencias que nos hemos otorgado porque pensamos que es el mejor medio para la gobernanza, pero sus principios rozan la mitología más absoluta. Otro ejemplo sería la figura del rey. Es, en teoría, un intermediario entre lo divino y lo humano, como un ser superior.

Dijo hace unos años que escribía para encontrar respuestas. ¿Las ha encontrado?

He encontrado pequeñas certezas, pero las grandes respuestas siguen igual. Tengo la amarga sensación de que se alejan cuanto más las busco. Hay demasiada gente fanática porque ha decidido dejar de buscar y cree que tiene la razón absoluta. Yo prefiero estar con gente que duda, no con personas que creen saberlo todo.

¿Siguen existiendo demasiados dogmas?

Hemos evolucionado, pero el pensamiento dogmático ha encontrado un nuevo huésped en las ideologías políticas. No hay nada tan fanatizado como el entorno político en la actualidad. Las sociedades que más han avanzado son aquellas que han sido flexibles con las ideas del oponente y las han incorporado. La ciencia también se estanca a veces en dogmas y en conocimientos absolutos cuando debería plantearse dudas constantemente.

El ministro Manuel Castells dijo que «este mundo se acaba».

Solo los viejos de espíritu creen que el mundo se acaba, porque son tan egoístas que, como ellos se están agotando, el mundo no merece seguir sin ellos.

¿Podríamos decir que es cíclico?

Nos pasará a todos de manera inevitable. A medida que envejeces te haces apocalíptico. Es una tara del cerebro humano. Hay que tener en cuenta de que solo hace tres siglos que el ser humano se ha permitido envejecer. Antes moría joven. No reflexionaban sobre su decadencia porque no tenían tiempo de hacerlo.

¿Aprenderemos a valorar más la vida ahora?

Estoy convencido de que sí. Esto tiene que ver con otras pandemias. Cuando desaparece la amenaza entramos en un proceso de festividad y derroche. Existe una conciencia de que la vida se nos puede escapar de las manos en cualquier momento y había que aprovechar al máximo.

La importancia de la prudencia.

Exacto. Con la pandemia hemos visto cómo se ha creado un comité de expertos en el que no se han incluido científicos sociales como historiadores o filósofos. No solamente deberían estar las ciencias exactas. Debemos poner en perspectiva lo que nos puede pasar.

¿Los premios literarios importan solo a unos pocos?

El Premio Planeta, por ejemplo, sirve como señal de aviso porque va a llegar una novela nueva a las librerías y supone una promoción enorme. Los «premios de aliento», que se dan en certámenes más pequeños, sirven más para enseñar al autor que existe una comunidad y que no está tan solo.

Son más importantes para el escritor que para el público.

Exacto. No tienen una importancia comercial, sino más bien psicológica. Entiendo que este trabajo a veces es duro y me parece bien que se reconozca tu trabajo porque te da ánimos.

¿Qué piensa de la Ley de Memoria Histórica?

Me preocupa el presentismo. La historia reciente está demostrando que sigue siendo política. Estamos revisando el régimen franquista desde una perspectiva política, no histórica. Echo de menos que la Real Academia de la Historia se pronuncie, pero no lo hacen porque se meten en el charco de la política. Es una situación muy triste.

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