Un libro sobre Las Meninas le hizo ganar el Premio Nacional de Cómic en 2015. Javier Olivares (Madrid, 1958) se define como ilustrador, pero ha tocado diversidad de géneros: desde la viñeta para periódicos hasta la novela gráfica.

«El Premio Nacional es un premio relativamente joven. Ha supuesto el reconocimiento social para la profesión que necesitábamos. No solo tiene una importancia personal, sino que valida mucho el medio ante la sociedad. Sirve de validación cultural», dice Olivares. Comenta que el cómic ha sido despreciado durante años y que ha tenido que defender en varias ocasiones al medio cuando debería hablar de su trabajo: «Esto no pasa con casi ningún artista. Normalmente se habla sobre la obra, no sobre el medio. Cuando la sociedad percibe que ese medio merece estar a la altura de las demás artes es cuando se reconoce el trabajo. Nos ha venido bien como colectivo para tener que dejar de defender el medio».

A nivel personal declara que ha sido un reconocimiento muy bueno y bonito, sobre todo porque todo el mundo habla «sobre ti y sobre tu obra». Argumenta que se trata de un título que le va a acompañar toda la vida: «Vaya donde vaya me reconocerán como el Premio Nacional de Cómic. Te valida delante de tus conciudadanos».

Defiende la necesidad de impulsar iniciativas como el festival Còmic Nostrum porque vivimos en una situación difícil en la que cualquier acto cultural tiene que pasar por encima de diferentes problemas, más de los habituales: «Los autores siempre que podemos tratamos de apoyar a los gestores y a las organizaciones culturales. Hay que mantener la cultura en primer plano. Nos vamos a tener que acostumbrar a este tipo de eventos con medidas excepcionales, así que todos tenemos que poner de nuestra parte».

No sabe si la viñeta está volviendo a coger importancia en los medios, pero comenta que en los años 90 la ilustración y las artes gráficas tenían un poder reconocible en la prensa: «Hay espacios en los medios en los que lo gráfico tiene mucha importancia. Espero que este nuevo interés por nuestro trabajo no sea un canto de cisne de las revistas y medios antes de morir». Ha trabajado para la prensa durante muchos años y cree que sigue habiendo espacio para la viñeta. Habla de la figura del ilustrador como «persona que da su opinión a través de sus viñetas».

En esta época tan visual, reflexiona sobre la creciente precarización del sector y de su profesión: «Existe un problema que llevamos años arrastrando: el paso del analógico al digital y cómo va afectar eso a los precios y tarifas, que ya se habían establecido hace años. Me gustaría que este cambio no hiciera que fueran a la baja, sino que se modificaran en función de elementos como las tiradas, la difusión, etcétera». Defiende que el hecho de cambiar al mundo digital no debe significar cobrar menos ni tener peores condiciones de trabajo. Cree que aquellos que llevan muchos años en el sector deben alzar su voz y reivindicar estos derechos. Además, reflexiona sobre uno de los problemas que aquejan no solo al mundo gráfico, sino a todos los medios en general: la monetización de los contenidos en internet. «Al tratarse de un lugar donde está todo gratis, debemos cambiar el modelo y empezar a cobrar por los contenidos que están online». Afirma que es fundamental que esto ocurra para que la gente que vive de la cultura tenga «ingresos para vivir». En el futuro, dice, mucho contenido de internet tendrá que ser de pago para revalorizar el trabajo de todos estos profesionales visuales: «Debemos tener claro que está muy bien hacer un concierto gratis en internet, pero no debe convertirse en algo habitual porque nos perjudica a todos».