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Mallorca afronta la gran recesión

Cola para recoger alimentos esta semana en Mallorca Sense Fam.

Con la economía en la UCI, miles de familias de Mallorca afrontan un largo invierno social y económico. Las dos olas de coronavirus han arruinado la temporada turística y dejado en la cuneta a muchos de quienes dependen de un sector devastado. Los años de récord han quedado atrás. El archipiélago está en números rojos y ya es el escenario de una emergencia social sin precedentes.

«El trabajo de camarera de piso me encanta, aunque sea muy duro. Pero ahora me veo en la obligación de reinventarme haciendo una formación profesional como técnico sociosanitario. Ojalá pueda acabar los estudios porque con esta crisis todos nos hemos dado cuenta de que necesitamos alternativas a la hostelería», afirma Antonina Ricaurte, una de las miles de ‘kellys’ que este verano sin turistas han podido trabajar poco o nada.

«Soy eventual y no he llegado a trabajar ningún día porque mi contrato finalizó el 31 de enero. Se me terminó el paro y ahora solo ingreso la ayuda familiar de 430 euros, aunque también me han ayudado particulares. Una señora suiza me ayudó a pagar la matrícula del Conservatorio de mi hijo y sus libros de texto después de que participara en un reportaje en una publicación alemana sobre la crisis. Gracias a eso he podido cubrir sus estudios», cuenta minutos antes de empezar las clases en la Escuela Universitaria Adema.

Al final, cuenta Ricaurte, el virus les ha empujado a un día a día marcado por las estrecheces. «Hemos renunciado a muchas cosas. El pescado es caro y en lugar de comer tres veces a la semana ahora solo comemos una vez cada diez días. Y por supuesto no puedes permitirte ni un capricho», lamenta.

La pandemia ha golpeado de lleno un territorio consagrado al turismo y ha dejado a la intemperie a miles de trabajadores que cada año encontraban un refugio temporal en el sector. En marzo llegó el cerrojazo, en julio una tímida apertura y en agosto el fin de toda esperanza. «Soy albañil, me echaron del trabajo dos días antes de que entrara en vigor el estado de alarma y me he quedado sin ninguna protección. Ahora mismo no me llega ni para pagar la letra del piso, ni apenas para comer. Cobré el paro durante seis meses y gracias a eso he podido tirar, pero se ha acabado», cuenta Fernando Puntas.

«Estoy buscando, todo está fatal. Llevo tres años aquí y de momento no pienso dejar la isla. Lucharé por seguir aquí, pero espero un invierno de miseria», destaca este trabajador.

La recesión ha disparado la demanda de alimentos. Mallorca Sense Fam repartió 334.321 kilos de comida en todo 2019; a 30 de septiembre de este año la cifra era ya de 354.200 kilos, lo que da cuenta del esfuerzo que están realizando las entidades que combaten la exclusión social en primera línea.

«Necesito esta ayuda porque tengo un bebé de un año y el alquiler de un piso», relata Claudia Tabrita, una de las 6.281 personas que este 2020 han recibido el auxilio de Mallorca Sense Fam. La cifra contrasta con los 4.739 usuarios atendidos en todo 2019. «Esto no va a acabar pronto, va a requerir tiempo y necesitamos tener conciencia sobre los riesgos del virus. Sobre todo los más jóvenes, que pensamos que es algo tonto. Pero no lo es, afecta a todos. Y si no nos cuidamos nosotros, no podremos cuidar a los demás, especialmente a las personas mayores», valora esta venezolana, con experiencia en la hostelería, dando clases a niños o en el sector de la limpieza.

También Carlos necesita de esta entidad para cubrir sus necesidades básicas y las de su hijo. «Llevo en Mallorca desde enero. Estoy en un proceso de solicitud de asilo político y mientras tanto no puedo trabajar. Soy operador logístico, mecánico, conductor... En Colombia, por la crisis, aprendemos muchas profesiones. Pero cuando llegué aquí me di cuenta de que necesitaba certificados para

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